miércoles, 9 de julio de 2014

HISTORIA DE UN MURAL



 
Septiembre 2013. Estoy tomando un café con el compañero arquitecto Jaime Armengot  escuchando la obra, que él ha proyectado y que esta dirigiendo para el colegio de la Orden de Saint Chaumond en Madrid en la calle Alfonso XIII. Se trata de un edificio de líneas definidas y huecos recortados, paramentos, líneas y huecos limpiamente dibujados y claramente identificables. El aspecto sobrio y elegante del edificio, consecuencia de las proporciones y la ausencia de cualquier elemento prescindible, aceptaba una aportación de color enfatizando la zona de acceso. Estuvimos cambiando impresiones al respecto y concluimos que el esmalte vidriado sobre cerámica de la fachada, por sus características limpias, claras y durables, podía ser una opción. Nos ponemos en marcha.


Enero 2014. Había preparado unos dibujos de posibles composiciones en color para hacer el mural y Jaime Armengot las presento al colegio. A la vista de las diferentes opciones de dibujo, todos realizados con criterios homogéneos de composición reforzando o aligerando la carga de color entre ellos, el colegio elige uno de ellos. Paralelamente el colegio organiza un concurso de murales entre las niñas del que, posteriormente, me encomiendan su composición y trasferencia a placas cerámicas para ocupar otro lugar en el patio dé juegos.



Dibujos. Ante todo, debo decir que me encuentro preocupado por la falta de color limpio y claro en la ciudad. Tanto en los edificios que delimitan los espacios, como en los espacios libres de edificación de las ciudades.

Tengo que decir que falta cromatismo en el espacio público, nos estamos olvidando de las cualidades emocionales del color. Me dirijo hacia el principio del s XX, donde el color se encontraba en pleno centro de la búsqueda de expresión. Desde qué Manet se cuestiona la forma, se rompe una barrera hasta entonces no franqueada que nos lleva a esa convulsionada época del principio del siglo pasado. El color, en relación con la luz y entre sí, debe producir vibración al espectador, originada en que la que mantienen entre sí los colores. 

En el caso que nos ocupa, es decir este mural, es el resultado de vagar por campos del centro de España, de Castilla, donde la luz es limpia y pura, sin brumas que la tamicen.

Le doy la mano a Wassily Kandinsky y a su pasión por la evocación de sensaciones y su relación con el color, la pureza, la armonía activa. Como pensaba también Paul Klee  "el arte puede conectar al ser humano con su entorno y con su propia espiritualidad”. Ellos pensaban, así mismo, que el mundo interior y exterior se relacionan a través del color.


Este es el origen que he tenido para la realización de los dibujos y sus colores. Pretendí, que estuviesen equilibrados en vibración y relacionados entre sí tanto en sectores individuales como en la totalidad del mural, pretendiendo mantener sensación de continuidad. Los gajos verticales mantienen, en sí mismos,  una relación activa y vinculada con las franjas que los siguen.


Técnicas.


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